Pulso



El sonido de los martillazos flota en la sala mientras ingresan los espectadores: un ritmo caprichoso que adelanta ya algunos temas: la materialidad, el trabajo físico, el ritmo. Tres mujeres habitarán esta escena para generar dispositivos que tendrán en común su fuerza transformadora. Convertir una escalera en escultura, una cinta en pintura, una palabra en sonido, un paseo en dibujo: Pulso se revela así como una seguidilla de transmutaciones en vivo que toma objetos cotidianos y les da una entidad diferente. La pieza transcurre entre las dos y las tres dimensiones, llevando y trayendo elementos que adquieren así condiciones oscilantes, de la mano de bailarinas que dibujan, oradoras que hacen percusión y una artista visual que también baila.

Al patinar, las ruedas de los rollers marcan el suelo con necedad. El cuerpo que los maneja se agita y transpira pero las líneas que traza, confabuladas con el ritmo de una música imprevisible, lo dominan; la ardua labor se impone a los límites humanos. Mientras tanto, al fondo otro cuerpo trabaja: extiende sobre una superficie plana líneas horizontales que brillan al punto de reflejar la acción de las dos obreras.

Dos cuerpos bailan al ritmo de una música que solo ellas oyen. Munidas de auriculares y perfectamente sincronizadas, siguen un pulso inaudible pero innegable, claramente identificable en el acento de sus movimientos. Una de ellas se desconecta de la fuente de sonido pero ambas conservan el unísono y es posible sospechar que nunca hubo música, ni para la audiencia ni para ellas, y que en el fondo solo se guiaban por un latido que corre a través de su materialidad, un acento en la circulación de la sangre o del aire en su respiración.

Un idioma extranjero: no importa si se entiende el significado en tanto se oigan las consonantes que se repiten, que inauguran otro ritmo, otro pulso, un eco continuo de sí mismos. ¿Detrás? Las líneas brillantes se dividen y se duplican formando ondas. Otro idioma extranjero trae ahora sus vocales que se prolongan mientras una escultura se erige a un lado y se va destruyendo en su propia constitución; golpea el suelo, se rompe, pero pervive.

Suena Satie. Dos cuerpos bailan mientras el tercero suma a su obra bidimensional unas ramas que la traen un poco al frente, le dan algo de profundidad, unas sombras que se proyectan sobre el plano. La tercera obrera, hasta ahora artista visual, presente en escena solo como constructora de objetos, se apropia del movimiento, hace de sí una obra y proyecta sombras sobre un plano a su vez.

Nota para Revol con entrevista a las intérpretes y creadoras.

PULSO

Creación grupal: Natalia Casais, Verónica Ravetta, Pilar Shinji, Jazmín Tesone Dirección: Jazmín Tesone
Intérpretes: Natalia Casais, Pilar Shinji, Verónica Ravetta
Músico en escena / Música original: Emiliano Cabral

Entradas populares

Imagen

Una de vampiros