Una de vampiros


Posan para las cámaras modernas como lo habrán hecho siglos atrás para el pincel de algún artista (plástico) que las eternizó. Las poses no pierden vigencia porque, para ellas, nuestros siglos son apenas un instante. Estas vampiras tienen un glam humorístico que aligera la gravedad de las palabras que sobrevuelan la escena. Letras negras como bolsas que transmutan en aves, hojas, máscaras, murciélagos; manchas de Rorschach empujadas por el viento. Están cansadas, sí, pero la vida no se les termina.

Están hambrientas y no tienen modales. No se pueden detener en cortesías cuando les crujen las encías. Se mastican una y mil veces sin ya contagiarse, sin poder saciar ningún vacío, por puro vicio o para pasar el tiempo de una eternidad que les pesa. ¿Cuántas poses, cuántas danzas más pueden ensayar hasta el fin de los tiempos?

No morir las atormenta. Estaban allí antes de que llegáramos y seguirán allí después, cuando ya no estemos, mirando quién sabe qué del otro lado del vidrio, esperando al siguiente grupo de curiosos que, creyendo que son su público, accedan a entretenerlas un rato, a ser testigos de una fracción infinitesimal de sus largas y sedientas vidas. Quizás alguno hasta se apiade y ofrezca un cuello de sangre fresca, nueva, que las distraiga un segundo de la monotonía de su dieta endogámica.

¿Vamos a ver una de vampiros? El guiño cinematográfico nos mantiene a salvo de la dentellada. Por mucho que nos miren, el cristal se interpone, una lente escenográfica que las contiene. Una música que las torna contemplativas, que las hace bailar, que nos incita a huir mientras podamos.

UNA DE VAMPIROS

Idea y dirección: Josefina Gorostiza
Intérpretes: Ana Gurbanov, Marina Rodriguez Levy, SOL
Iluminación y espacio escénico: Matías Sendón
Realización de escenografia: Leonardo Ruzzante
Asistencia de dirección: Agustina Barzola Würth

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