Terrenal


Caín y Abel en concierto. Esa era la idea de Tatita, pero Caín no entendía de dúos y se convirtió en solista. Enfundados en ropas demasiado chicas, entre cortinados raídos y una escenografía escasa, los hermanos encarnan la pelea primera de la humanidad. La acción se monta sobre su enfrentamiento: a la derecha del cuadrilátero, el cínico, siempre sarcástico, más tatista que el Tata, Caín, y a la izquierda, el triste, desesperanzado, amante de la vida en sus formas más pequeñas, Abel.


Incapaces de acordar en ningún aspecto de la vida, entonan una sinfoneta concertante que va subiendo de tono desde la rencilla cotidiana por el escozor de la convivencia hasta las punzadas al orgullo que Caín intenta zanjar eliminando a su hermano de la tierra que comparten y que él delimita incansablemente para convertirla en dos terrenitos bien diferenciados: el suyo, donde dedica todo su tiempo a la cosecha de morrones, y el de Abel, que cría isocas para venderlas como carnada los domingos y vive el resto de la semana sin ocupación, divirtiéndose en las fiestas junto a la playa.

En ese paraíso terrenal Tatita los depositó hace veinte años bajo sombreros que debían protejerlos del sol pero que Caín interpretó como el deber religioso de cubrirse la cabeza en señal de respeto a un paraíso  futuro, más elevado, que algún día su estirpe intentará alcanzar desde torres y rascacielos. Chumbo en mano, asiste junto a su hermano a la milagrosa venida de Tatita, el compositor que les orquestó la existencia y que ahora vuelve a evitar lo que sabe inevitable.

Su ropa también es chica, pero suficiente, ¿para qué acumular más tela de la necesaria? Creador, autor, transita los límites de su obra y se cuelga de los cortinados mientras sufre por el comportamiento de los actores que confundieron con teatro lo que era varieté. Pero sus palabras no llegan a Caín, que insiste en mostrarle cómo ha moldeado la naturaleza para criar morrones cada vez mejores en sus invernáculos. No hay remedio: Caín intentará convertir el mundo en su mundo, y llegará alto, dichoso de asumir una condena que no entiende, ignorante de la estirpe Abel que, desde abajo, oculto en los túneles por donde viaja la sangre, igual que sus isocas, reproduciéndose bajo tierra, le seguirá dando concierto.

TERRENAL

Texto y dirección: Mauricio Kartún.
Actores: Claudio Da Passano, Claudio Martinez Bel, Claudio Rissi.

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