Negro animal tristeza


Tres parejas y un bebé se internan en el bosque para pasar una noche de camping en la naturaleza. Las relaciones entre cada uno de ellos y el resto del grupo arman un entramado tenso: hermano y hermana, cada uno con su cónyuge, uno de los cuales es, a su vez, ex marido de una de ellas, acompañada con su nuevo novio. Los lazos se entrecruzan como se entrecruzarán las voces, raudas en su diálogo casi superpuesto, crecientemente cínico. Hablan la vida del otro como chisme y la propia como loa: una denuncia de las clases medias europeas que, además de esta obra de Anja Hilling, también recogen piezas de otros jóvenes dramaturgos alemanes, como Trust, de Falk Richter.


Los lazos cruzados se profundizan a partir de la segunda parte de Negro Animal Tristeza, cuando se desata el catástrofe. La combinación de bebida, parrillada, cigarrillo y negligencia de los seis adultos inicia un fuego que rápidamente arrasa con todo, pero el tiempo se detiene en la narración de los eventos, en el dolor pronunciado en primera persona y en los hechos que relatan voces externas, narradores en tercera persona que muestran in situ pero por fuera de los acontecimientos el horror acaecido.

El cuerpo aparece en carne viva, con una intensidad que contrasta la banalidad de la primera parte. La levedad de esos cuerpos en un bosque invisible, recreado con sus palabras y sus acciones, se convierte en contundencia: el texto dramático se encarna en ellos y los transforma de personajes en narradores, en coro griego, en otros personajes, como el fuego cambia su apariencia y sus vidas. Y aunque este sea el momento de la animalidad, quizás sea justamente el de la humanidad de los personajes –la forma específica de animalidad de los humanos, al fin–, que no emerge sino hasta que la buena vida es desplazada por la sobrevida, por la necesidad de salvar los órganos, de capturar oxígeno, de abandonar el bosque en llamas para huir de la muerte o para rescatar de entre las cenizas lo que queda de sí, del propio cuerpo o de sus frutos más preciados.


Unos toques de humor dan algún respiro al drama general durante la tercera parte, pero solo son un trampolín para sumergirse en la tristeza final, en lo difícil o lo absurdo de la vida después de la muerte (vivida a un ápice de distancia o de forma total). Los grandes bloques que componen buena parte de la escenografía de esta puesta –dirigida por Carla Llopis y con música en vivo–, han variado su ubicación y su función como los cuerpos de los actores han sido personajes y narradores. En el final, se revelan en el final como las piezas de una mirada retrospectiva, que constituyen una obra emergida de aquel caos, la creación impulsada por la destrucción.

Negro Animal Tristeza

De Anja Hilling.
Dirección: Carla Llolpis
Actores: Carlos Donigian, Esteban Lamarque, Pablo Martínez, Yanina Martino, Jorgelina Pérez y Javier Torres Dowdall.

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