Artificial vanilla flavour




En cada paso caen, están cayendo, siempre, pero se mantienen andando. En la tenacidad o en la costumbre de estar de pie se avista algo de su fortaleza. Quizás no pueden detenerse por mucho tiempo por temor a ser -de nuevo, tal vez- los muñecos de la vidriera, los cuerpos vacíos, simulados. Entonces continúan.



Sus intentos de construir, de erigir, parecen vanos pero son a la vez épicos. El suelo los atrae con fiereza. Caen constantemente y, en la eterna caída, bailan.

Un locutor habla de lo verdadero en tono documental, sobre una música incidental que promete una esperanza imposible en un mundo en el que todo amenaza con derrumbarse. Hay un amor real, un amor verdadero, y ficciones del amor, mentiras con forma de amor, construcciones.

Los intentos se suceden cada vez más monumentales. Se empiezan a ver las heridas de la batalla contra la gravedad.

Los elementos construyen una cotidianidad trastocada. Tres frascos para guardar cosas y hacer ruido; dos sillas porque no todos pueden sentarse, pero sirven más que nada para trepar; algo de comida y ropa, aunque no todos comen o sienten frío.

Después de una escultura que alcanza el equilibrio, la construcción se comprime, entra en un espacio mínimo, un armario donde se puede permanecer de pie, donde no es posible caer, pero tampoco moverse. Al menos por un tiempo, la batalla descansa.

ARTIFICIAL VANILLA FLAVOUR

De Cristian Setién 
Con María Kuhmichel y Alejo Wilkinson

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