Pasado mañana



Un blanco vibrante envuelve dos cuerpos. Por los lados, las paredes prístinas. Desde arriba, dos luces caen sin dramatismo, meras, puras, blancas también. Se oye un ruido de cañerías que parece salir de las paredes blancas, un ruido de tránsito que parece llegar desde el exterior: murmullos de procesiones, de un fluir incesante.


Los cuerpos en el suelo realizan movimientos (blancos, quizás). Se adivinan consignas misteriosas que guían cada cambio de posición, cada giro, cada temblor, pero todo ocurre tan desacompasadamente que solo queda el movimiento, la diferencia respecto de lo anterior; solo el cuerpo y el movimiento desarticulados que hacen de este gran lienzo blanco un puro presente, un momento siempre ya, un tiempo siempre ahora.

El título remite a un futuro, a un más allá del futuro, a después del mañana, un momento que aún nunca existe, que nunca ya existe. Solo hay presente siempre y también en esta obra. Las danzas pequeñas, las danzas concentradas, el concentrado de danzas, podrían ser la semilla de un gran baile que ocurre pasado mañana, cuando todo esto ya no existe.

La voz llega. Enuncia números misteriosos, estremece como el blanco, habla en clave desconocida, una nueva consigna que no importa adivinar. Quizás más fácil que con los movimientos, con las palabras se arman sentidos, y el lienzo en blanco sigue a la espera, o quizás ya no, de que cada ojo ordene lo que ve como el oído ordena lo que oye. De que cada presente dé de sí.


PASADO MAÑANA

De Viviana Iasparra y Melina Seldes

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