Paraje Das Unheimlich



Cuelga, alta, como las mujeres de Barbazul pero sola, como un designio, como la figura de una carta de tarot. ¿Sola? No por mucho. Con el secreto de una tecnología ancestral, un acelerador de partículas adentro de un mortero, se transforma en algo diferente, en un ser capaz de estar en dos lugares al mismo tiempo y de jugar consigo misma.


Igual que una niña muy pequeña, juega con nada, juega con su propia presencia ante sí. Es quizá una niña robótica, parecidísima a un humano, o quizá es un humano visto desde lejos, a velocidad por la aceleración que genera su tecnología o la perspectiva de una distancia ajenizante, y esos movimientos que son casi normales lo son tanto que es imposible confundirlos o ignorar su extrañeza.

Su mundo es misterioso y sigue sus propias reglas, implacables de cotidianidad, opacas ante la mirada extranjera. Es un mundo visualmente poderoso. Las formas que ella dibuja con su andar, las siluetas que se proyectan en la pared, los recovecos perceptibles y adivinables de la estación espacial (que podría estar en la Tierra, que está en el espacio), su rostro y su cabello: todo construye un lugar infinito del que se descubre una y otra y otra capa, todas disponibles para el sentido, todas habitables para la obra.

Una noche boreal sobreviene y el mortero acelerador se apaga. Las partículas vuelven a estar en reposo, solo ocupan un lugar cada una y, en su soledad, recuperan la somera normalidad de una función concluída.

Nota para Revista Revol sobre la Bienal de Arte Joven 2015.

PARAJE DAS UNHEIMLICH

De Josefina Gorostiza y Jimena Pérez Salerno

Entradas populares

Imagen

Una de vampiros