Importa que hable

Vivimos, sentimos, experimentamos una obra en soledad. Con el cuerpo poblado de ideas, palabras, tradiciones ajenas, sí, pero ceñido a su espacio y su tiempo durante la espectación. Hablar de la obra es ampliar esos horizontes.

Hablar para que la experiencia trascienda y se enriquezca en la interpretación y la revisión, en el encuentro con interpretaciones y revisiones ajenas. Hablar de la obra para que la obra siga viviendo, en cartel y en las bocas, entre los cuerpos; para que se genere en torno a ella una constelación de conocimientos siempre creciente, para apropiarlos y llevarlos puestos a la próxima función.

Señalar las relaciones entre la obra y otras obras, contemporáneas, precursoras, similares, diferentes (¡oh, las diferentes!), con otros textos, otras ocurrencias, con otras formas de hacer. Hablar para ser hablado, oír y ser oído, entonar lenguas ajenas.

Socializar la experiencia, relacionar y relacionarse.

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