Ye-Katherina

La vida con ojos de estepa rusa


Ye-Katherina es una obra con humor y dramatismo igualmente logrados, actuaciones eficientes y un uso óptimo de los recursos que convierte a la escena en un lugar dinámico de infinitas posibilidades.

Ye-Katherina lleva su historia marcada en el rostro, en la voz y en el nombre. La lleva en su manera de caminar, en su adoración por el ballet y en el rodete tirante que le sujeta el cabello. Sobre todo, la lleva en los ojos y en los oídos que, de un momento a otro, convierten todo lo que ve y lo que oye en un fragmento de su pasado.

La Rusia soviética de la que alguna vez quiso huir se convirtió en la patria perdida, el objeto de una añoranza imposible, un tiempo y un espacio que ya no existen pero que, sin embargo, la visitan cotidianamente. En el salón de clase, son las imperfecciones las que enardecen a Ye-Katherina. Los sacrificios no son suficientes: las alumnas no alcanzan el modelo de dedicación y destreza que ella recuerda haber logrado alguna vez; el presente se compara sin cesar con un universo idealizado en el que el dolor y la gloria superan todo lo imaginable.

El ballet como espectáculo estaba atravesado por la actividad política en aquella tierra que dejó atrás. Ahora, en el salón, con sus alumnas, el ballet es una práctica vuelta personal, asociada a los ardores rutinarios e individuales. No hay más entrega desmedida por aquello que es mayor que uno: no hay bailarines que danzan heridos y soportan la agonía para preservar la vida amenazada por el régimen. Ahora, los sufrimientos son otros.

El deber-ser inculcado por la Maestra horada las subjetividades y se enlaza con otros mandamientos sociales: el ser bailarín se une al ser mujer, delgada y laxa; al ser varón, fuerte y heterosexual. La intimidad aflora entre ensayos y precalentamientos, mostrando la tosquedad de un mecanismo destinado a construir gracia y delicadeza. La frustración y el dolor se transmiten junto a la técnica y quedan esencialmente ligados en las mentes y en los cuerpos de los alumnos.

La paradoja del tiempo deja a Ye-Katherina suspendida: no puede regresar a su patria porque ya no existe como ella la conoció, y acaso nunca existió tal y como ella la recuerda, como el lugar de un sufrimiento y una perfección supremos. Ese pasado quedó para siempre adherido a sus espaldas. Tampoco puede apartarse de una construcción de su memoria que le muestra a la antigua tierra natal en todo aquello de su presente que se distancia y se parece. Dejarla atrás fue ponerla para siempre ante sus ojos.

YE-KATHERINA

Dirección: Felipe Rubio
Dramaturgia: Macarena Losada

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